No solo necesitamos la visión correcta de Dios; sino que también necesitamos la visión correcta de nosotros mismos. Sin duda, tener la visión correcta de ambas cosas puede ser una lucha. Una de las principales razones por la que luchamos es que nos hemos colocado demasiado alto, y por ende, no podemos alcanzar lo suficientemente bajo como para elevar al Señor. Nehemías se etiquetó a sí mismo como el “siervo” de Dios. Por eso pudo tener tanta empatía y compasión por el pueblo de Dios y por la ciudad de Dios.
Él asumió RESPONSABILIDAD por el pueblo de Dios, pero su CONFIANZA no estaba en sí mismo. No era acerca de él; era acerca de Aquél a quien él servía. Nuestra cultura nos dice que, si trabajamos duro y nos volvemos más inteligentes, entonces obtendremos lo que queremos. Todo está basado en nosotros. Cuando esta es nuestra perspectiva, ¿dónde se manifiesta la compasión de Dios hacia nosotros? La respuesta es simple: no lo hace. Si crees que tus hijos son piadosos porque eres un padre increíble y no por la gracia de Dios, será difícil mostrar compasión hacia aquellos que tienen un hijo a la deriva.
Si crees que eres económicamente rico debido a tu arduo trabajo y no porque Dios ha sido bueno contigo, entonces será difícil tener compasión por alguien que vive en la pobreza.
Cuanto más eres el autor y perfeccionador de las cosas que te rodean, más se trata de ti y no del Dios de todas las cosas.
Esa es nuestra inclinación natural. Queremos ser los amos de nuestro destino y los capitanes de nuestra alma. Pero desafortunadamente, no es así como funciona. ¡De hecho, Dios nos ha dado todo lo que tenemos! Es a Él a quien servimos con alegría. No somos dueños de nuestras posesiones. No somos dueños de nuestras cuentas bancarias. Todas estas cosas son dadas por Él, para Él, y por causa de Él. Él nos da un rol y nos hace participantes de su obra, para su gloria y nuestro beneficio. Hoy, reflexionemos sobre quiénes somos y tengamos la visión correcta de nosotros mismos.